Comenzamos un nuevo año, es un buen momento
para echar la vista atrás y reflexionar. Recuerdo que no hace mucho tiempo
estaba rodeando el congreso con el 15M, tirándonos de cabeza contra los escudos
de los nacionales. Entonces para la gente yo simplemente era un “perro flauta”,
otro don nadie. Después llegó el Campamento Dignidad, seguía siendo un loco con
una pancarta. No solían prestarme mucha atención, si acaso me señalaban con el dedo para decir “ese es el que le ha
plantado una pancarta en la "geta" a Pizarro”. Mientras tanto (como siempre lo he
hecho),trabajaba, luchaba y escribía, solía publicar cositas, a lo que tampoco
se me hacía mucho caso. Recuerdo que a veces en la calle alguien me decía “¿qué
pasa poeta?” en un tono más bien de sorna. Poco después publiqué mi primer
libro, (en breve saldrá el segundo), y la gente empezó a mirarme de otra
manera. Llegaron las entrevistas, las fotografías, los reportajes, y sí,
seguían llamándome poeta, pero en un tono muy diferente. Me
reclamaban en guarderías, colegios, institutos, residencias de mayores, etc,
para que fuera a dar charlas. Me nombraron presidente de la asociación cultural
Caleidoscopio. De repente cuando el poeta hablaba era escuchado con atención.
Después llegaron los ofrecimientos, “escribe en mi periódico, en mi revista, te
doy un programa de radio”. Y por último tuve el inmenso honor y responsabilidad
de encabezar la secretaría de cultura y política social del Partido Socialista.
Ahora la gente me ve de otra manera, incluso hay quien me llama señor. Y no se
dan cuenta de que sigo siendo el mismo. Me entristece que con la notoriedad o
popularidad venga el respeto. Porque repito, sigo siendo el mismo chico de
barrio, “el Iván”. El que ahora se despide de vosotros con un fuerte abrazo y
se va a pasear a su perro.
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