lunes, 13 de abril de 2015

A Ciudadano Mestre


Este escrito quisiera ser un agradecimiento al premio nacional de poesía Juan Carlos Mestre, por sus amables y afectuosas palabras hacia mi poemario. 


Un hombre contempla una diadema de carey, preguntándose, si salir por las noches a tocar el acordeón en tejados azules, es lo más indicado en días llenos de viento, a los que luego le seguirán largos días de lluvia. Mientras tanto, un joven palabrista le observa.
Este estibador de sombras, este evangelista de todo lo que es apócrifo, sabe lo que la noche trae consigo: la voz de Lêdo Ivo resucitando caballos en el meridiano de Greenwich, la plegaria de la viuda que paradójicamente sujeta el crucifijo junto a su pecho preguntándose “¿dónde está mi hijo?”, el polvo en la frente de los fusilados por la intemperie. Mientras tanto, un joven palabrista le observa.
Bien aventurados aquellos que saben, que ante la agresión de lo que es, existe la determinación de lo que debería ser: que un día lo bello también se dará la mano con lo justo. Bien aventurado el pianista que otorga el perdón al verdugo de los hombres. Bien aventurado él, que rechaza toda autoridad moral sobre el arte, siendo ejemplaridad y conducta. Y bien aventurado el joven palabrista que le observa.
Llegados a este punto, en el que la poesía ha caído en desgracia, y en el que el sindicato de las artes blancas, el de los carpinteros y ebanistas, se niegan a seguir pagando cuotas, él recuerda como su padre le entrega un paquete envuelto en papel de estraza, con una inscripción “dáselo al niño”. Y desde entonces llanto por un joven que ante un cerezo en flor se quitaba el sombrero. Pero ya en aquel tiempo, la Sublevación inmóvil de Gamoneda planeaba su golpe maestro, “La belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes.” Mientras tanto, un joven palabrista le observa.
Queridos camaradas, este libertador de mariposas domésticas de quien os hablo, dibuja el camino de la vía láctea en el vaho que deja el té amargo, donde sus antepasados aún conservan la sonrisa inmaculada y pura. “Las estrellas para quien se las trabaja”, las alabanzas para aquellos que aun hoy en las cunetas reclaman justicia, las palabras piedad y misericordia para los cuidadores de la llama eterna, y estos colores como las patatas azules de Joan Miró, para Stefany e Iván, la artesana y el joven palabrista.
Iván Sánchez

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